(No) se rompe la secuencia de la inmensa cadena, sin ver un número de ruidos raros (que) (estoy) escribiendo -se.
«(No) se rompe la secuencia de la inmensa cadena, sin ver un número de ruidos raros (que) (estoy) escribiendo -se.»
Nunca he registrado nada como propiedad intelectual. Han sido cosas que me han hecho reaccionar y son reales y no tienen dueño. Tienen la facultad de aparecer y hacer que sucedan contrastes y letras y colores que intento formar pero nunca se parecen, son un reflejo en este espejo que se llena y se atrofia sin parar. Es tiempo y energía. Es físico y seguro que tiene mucha química.
Vuelvo a empezar.
Camino hacia una costa desde donde se ve -excepcionalmente- la Isla de Mallorca a lo lejos. No ocurre con frecuencia. No lo recuerdo como un paisaje normal cuando me asomo al NorEste de la isla. Ves este Mediterráneo pequeño pero inmenso, muerto pero lleno de vida y esos colores de turquesa y verde. Soy daltónico, que colores serán.
Y de vuelta sigo buscando un nuevo estudio donde empezar este año. Un pequeño lugar.
No es fácil que te tomen en serio incluso pagando. Resultas poco fiable y con muchas cosas que gustan poco. Ser solo el que ve o el que denuncia o el cuerpo de algún delito es muy arriesgado.
Aquí llegué hace treinta años y desde un lugar que mejor no recordar, porque era un intermedio entre mi vida en El Profundo Sur, en una casa humilde pero en un lugar precioso y las consecuencias de la vida. La muerte y romperse por no tener donde volver. Pero las cosas se enredan y llegan personas de la infancia con sus planes de verano. Y se lían todos entre todos. Y me apunto a dejar lo que no puedo mantener, un pequeño estudio en Madrid donde trabajé en lo que pude y mantuve mis pinturas y mi pequeño círculo familiar. Pero de ahí fui saliendo de una corrala en Lavapiés, donde tuve que sobrevivir a un vicio malo y a un juego de poder entre lo que fui y lo que era entonces para quien quiso hacer de mí lo que le dio la gana. Sin rencor. Cada cosa tiene su opuesto.
Llegué desastrado, con un billete comprado por mi padre, después de haber confiado en una persona que fue ruin hasta la agresión. Que poco se aprecia uno cuando está necesitado y que horrores soporta por esa caridad que te quita el alma. Como es depender de quien no te quiere pero te soporta.
Cuanto tengo que aprender de ese tronco milenario que ha soportado todo tipo de amputaciones y serrucho para ser como es: un monolito de tiempo en medio de un campo perdido. Seguro que fui yo parte de su descuido, seguro que solo por verlo no lo cuidé. Pero ahora que lo veo cada vez que paso me siento como un guardián para que no le roben más ramas, para que le dejen en paz.
Tantos años a su sombra y en ese brazo de madera lleno de grietas y hendiduras, no hay imágenes ni fotografías, solo la memoria de haber estado treinta años abrazado, sin poder hacer nada más que recibir consuelo, pedir a la corteza seca y antigua, querer ser parte de su vida, pasar tiempo en su tronco inmenso.
No va a ser fácil pasar como pasaron las cosas y seguir sin esa presencia cortada por un error de poda, un intento de revivir las ramas secas, tantos intentos de crecer sin un cuidado, porque me estaba vetado tocarlo y hacerlo con personas de otros lugares que tal vez tienen experiencia en estas oliveras milenarias.
Hay tantas historias que me revuelve escribir porque lo que es, es y estoy aquí y aún puedo abrazarlo.
Yo no lo he matado.
Ha pasado este año volando entre cosas de redes, intentar vender pinturas on line, creo que he digitalizado de forma poco ambiciosa mi obra pintada y en este trabajo me he sentido completamente un grano en internet. Simplemente uno más sin grandes expectativas y con mucho entusiasmo pero poco comprensible para venderme como una aspiradora alemana ó una energía renovable alternativa que no cuesta nada. Esa guerra no la pienso ganar.
Que pesadilla de estar constantemente aprendiendo cosas que se quedan vacías y son una distorsión de la realidad. Bueno estoy sentado delante de una pantalla que es lo mismo, tratando de escribir esta historia, nada me hace diferente a ese enredo.
Dependemos de otros y nos dan de comer y nos dejan dormir cuando no estorbamos demasiado. El dinero es un modo de calificar ese mal que soy. Y yo soy un buen administrador de mi abundancia, incluso y sobre todo de la que comparto con los demás.
He tenido que enterrar a tanto animal de compañía y es muy triste. Ahí están todos los que me acompañaron durante estas tres décadas enterrados al pie del Milenario.
No es algo agradable esto de escribir por un tronco que lleva mil años viendo pasar talas y serruchos y siendo reverenciado en ceremonias como una piedra tallada, una escultura o una obra de arte. No lo es.
Cada vez que he mirado a las estrellas, a Orión, a Casiopea, a Tauro y a La Luna. Y desde aquella primera vez en lo alto del techo de esta casa, dije si, quiero participar en este proyecto de vida. Y aquí sigo.
Mucho han cambiado los caminos y algo de responsabilidad me toca porque no hice lo correcto o ignoré señales. Pero tampoco es mío. No creo que sea de nadie después de tanto tiempo.
Hay un propietario temporal, como yo soy un inquilino temporal. Todo es tan relativo pero se vuelve tan potente cuando se pierde el respeto y la condición de ser querido.
Volver a casa y pasar junto al olivo. Me siento extraño porque mi contrato se acaba y no soy querido. Tengo que luchar por otro sitio y ha cambiado tanto.
Vine a esta casa, no a esta isla que quiero. La Ibiza que conozco en mi ruta y en mi pequeño conocimiento que he ido adquiriendo con el tiempo. Piedras y carriles y cerros, sembrados, huertos y frutales.
Qué historia dejo de círculos mágicos y noches de San Llorenç, inviernos llenos de flores de almendro y verde tan verde de la hierba que cubre el campo.
Qué experiencias puedo transmitir si no ese respeto a la enorme vida que tiene dentro El Milenario, pero con palabras tan pequeñas y desconocimiento de la verdad de la Historia. Y que voy a hacer si este otro ejemplar que está cerca, La Olivera de los Tres Brazos. Casi tan vieja y mágica como El Milenario.
Simplemente espero que no acabe en troncos cortados para arder o en una maceta en un jardín de diseño. Creo que no es su lugar. Nació y creció aquí junto a su hermana de Los Tres Brazos. Y seguro que fue plantada por magos y mujeres que calcularon las estrellas del cielo y el lugar por donde amanece El Sol en el Solsticio de Invierno o en una fecha desconocida.
Pero cómo puedo escribir esto sin dolor y estar dando un testimonio de alegría con palabras tan agrias.
Así vuelvo de rodear un perímetro de este Norte de la isla, sentir que hay tanta vida y tantos tesoros y tenemos tiempo para dudar y cumplir pequeñas metas.
Este no es tampoco ningún final, es lo que está aquí en este momento cerca de este ser ancestral. Pero lo mismo puedo escribir de las rocas del Cretácico que en los acantilados forman figuras como dragones gigantes de piedra. Y conozco alguno que he entregado mi tiempo en días grises, a la sombra y el frío o al Sol de una mañana.
Estoy delante de este curioso invento de escribir un árbol escuchando ladrar un perro, sintiendo que el tiempo en los segundos de pulsaciones de un teclado y que poco queda más que esta inmensa montaña de madera seca con grietas por las que en algún momento me sentí Adonis naciendo de su madre Mirra; de su tronco, aparezco y solo alguna fotografía me hace sentir esa belleza.
Es curioso que la serie de Caligrafía de las Figuras en la que estoy desarrollando patrones erráticos tenga cierta relación con estas grietas del trono del olivo, y la serie de fotografías que hago a lo largo del tiempo se acerquen de una forma inconsciente a la abstracción de las huellas que el tiempo ha dejado en su corteza.
La contemplación de la huella del tiempo en esta vida rural y las apariciones en fallas y acantilados de la isla y de la geografía -también aérea cuando vuelo- llevan toda una carga de desprenderse de todo rastro personal y ambición sobre esa propiedad.
Todo está hecho y escrito, la creatividad es una repetición puntual sin nombre.
Hoy el viento fuerte suena como una música de ramas, hojas, rendijas, azotadas, vuelan todas las que ya están secas.
Es el viento que se lleva cada palabra y cada idea mala. Estar en un constante movimiento que limpia y levanta a un muerto. Está firme con su pie enorme en la tierra. Miles de años que tiene este cuerpo de madera.
Otra noche en vela junto al enorme tronco azotado por el temporal. El insomnio y la oscuridad de estas noches de la isla son un remolino que arranca todo lo que no está bien sujeto, pero aún hay malas hierbas que se agarran a la tierra y es imposible.
La hierba se mueve como una marea verde de agua con la luz del día y a los pies del árbol hay un círculo con un cementerio de animales que han sido guardianes estas décadas en el refugio de esta casa antigua.
Las dudas y los malos pensamientos se agarran a mi mente durante estas tormentas y tampoco son fáciles de librar, aún con el viento más fuerte. Estoy bien arraigado a esta tierra por el tiempo pero luchar en la noche a veces requiere un temple y no siempre es posible deshacerse de estos monstruos.
El frío silencioso cubre hoy la luz y al ponerse el Sol la hierba vuelve a sonar como las olas y las ramas y el tronco desnudo se abre al paso de un ciclista, un coche, un hombre callado. Estoy ante un camino donde la tierra seca está llena de verde. El cielo se hace macizo con nubes apretadas. Las flores de almendro rosas están en el extremo de ramas secas. Es Invierno de Enero. Solo esta tierra sabe la cantidad de pasos que se han dado para que un terrón se vuelva polvo de arcilla después de haberse apelmazado con el peso de un enorme rodillo. Una y otra vez aplastando el barro que dejó de alguna lluvia.
Hay yanto en cada palabra que se acerca a la respiración de los chacras. Hoy fue un ejercicio de colores en cada punto del cuerpo y confianza en cada paso de un proceso arriesgado y consciente de desprenderse. Caminar entre los otros y dejarse ver sin cara, solo un camino de rutinas que no son propias. Solo y entre las vidas de muchos que corren afanados en sus trabas.
Algún que otro nombre se pronuncia, alguna palabra absurda de un chiste sin gracia. Patatas y pan y tragar cada mordida como una máquina para que se alimente este cuerpo. Para acercarse un momento de despertar al final de este día de Sol y lleno de vacío a cada paso.
Me distraje un momento y ya es la oscuridad fría. Caminar con los pies recordando como llegar para sentir el color sin luz de este enorme ser lleno de nidos y ramas desnudas y rajas y bultos. Voy a sentarme y dejar que la mirada encuentre este contraste con el silencio de su vida oculto. Veré con la noche cada rama y cada corteza aparecer ante el cielo casi negro un signo, un un tacto, el rastro y otra vez ese azote de un aire entre los rígidos cuernos de sus brazos.
Voy ahora. Dejaré esto de escribir para estar antes que la Luna ilumine algo. Un horizonte naranja, un rojo profundo, índigo y el verde y el azul ciegos por el anochecer que enciende estelas entre las líneas que se han adaptado con la mirada atenta y las manos y los pinchos. Sentado en su pequeño refugio mirando al Oeste. Un paso adentro de su roto desde donde he vuelto a ser una historia mitológica de un adonis nacido de un mirto.
Aún se queda ese callado y he visto brillar puntos de estrellas que empiezan a cubrirse con nubes. Puntos tan cercanos a sus ramas y la vista agudizada por querer ver algo en este sitio. Eran Júpiter y empezaba a desvelarse alguna constelación que reconozco pero el rugoso y afilado tronco me ha dejado sin pensamientos. Y he querido no saber, viendo. Probar el sabor de las hojas verdes negras. Pincharme y estirarme como él, rígido.
El ejercicio de hoy era un cuento de esperanza después de haber roto ese absurdo apego a los desprecios que se han endurecido. Hacer respiraciones y sentir en el cuerpo los lugares donde se acumulan cristales de ácido y sales por no moverse, por aguantar. Qué dirá este tronco lleno de nudos. Que abrazo será este de hoy después de la luz sesgada de un Sol entre la nube de piedra y la tierra de agua.
Esa arrogancia de querer volver a estar cerca de su pie abierto y cada vez más tarde y sentir la luz con el cielo negro de la noche y su seco abrigo. Espero a esa hora que doy golpes para los que hacen como yo, un trabajo silencioso para los demás. Porque han sido años de miedo y ahora son tiempos en que sentir respeto por un antiguo enemigo, la guerra y la enfermedad y hacerse uno con el tiempo a través de este árbol precioso que está cerca. Que vivo y que cuido.
La piel que tengo y su duro madero que no se queja de ningún golpe, endurecido por tantas pieles y el barro y el Sol a plomo de calor y a veces desprecio de ignorar el valor que le ha hecho ser así, como un mendigo tieso. Un testigo mudo donde se agarran perdidos.
Ahora llueve antes de amanecer. Hoy 25 de Enero de 2023.
Ayer volví a hacer esta acción y de ella salen muchos sentidos de «El nacimiento de Adonis».
Luis Cabezudo is an artist living in Ibiza where he has been working for almost 30 years.
Un comentario
a wonderful